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Noticia de Octubre
Guatavita pueblo y laguna, historia y leyenda real
Guatavita pueblo y laguna, historia y leyenda real
Para comprobar que una leyenda trascendió el plano de lo fantástico, sólo hay que salir de Bogotá por la Autopista Norte o la vía a La Calera y encontrarse con la laguna sagrada de Guatavita donde sucedió la leyenda de El Dorado o Eldorado, la que hizo que en el siglo XVI los conquistadores españoles llegaran a nuestro territorio.
Conoce la leyenda de Guatavita…
Los relatores de esos hechos y el escenario donde sucedieron se localizan a 75 km de la capital colombiana, aproximadamente una hora de recorrido. Pero además de la famosa leyenda, son varias las razones para tener en cuenta en este paseo por la sabana de Bogotá, que se hace muy agradable, además de los hechos fantástico-reales, por los paisajes a la vera del camino, los pueblos visitados y las reservas ecológicas que oxigenan el entorno.
La laguna sagrada de Guatavita era el sitio ceremonial en el que indígenas adoraban a Chie, la diosa del agua.
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Antes de enfatizar en los pormenores de la historia ocurrida en las aguas de la laguna, vale reseñar que Guatavita, el actual municipio, es un complejo arquitectónico con 42 años de existencia, construido para reemplazar al antiguo pueblo que quedó inmerso en las aguas del embalse de Tominé, magistral obra que genera energía para las localidades cercanas y que a su vez es surtidor importante del agua que se consume en Bogotá. Así mismo el embalse es escenario para deportes como el velerismo y el esquí acuático.
Nótese que hasta aquí van tres definiciones de Guatavita, porque son tres lugares con el mismo nombre, y en adelante, para evitar confusiones, se hará claridad sobre el sitio referenciado. De Guatavita, el pueblo cubierto por las aguas del embalse, hay que decir que estaba recostado en el cerro Montesillo y que fue la capital religiosa del antiguo pueblo chibcha, donde se estableció su compleja industria orfebre.
Guatavita, la laguna sagrada, que geográfica y legalmente pertenece al municipio de Sesquilé, era el sitio ceremonial en el que los indígenas adoraban a Chie, su diosa del agua, por medio de fastuosas ceremonias que originaron la leyenda de El Dorado y según la cual el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera, antes de sumergirse impregnado en oro y cargado con los tesoros que recogía de la comunidad con el fin de abandonarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración. Para los nativos el trabajo en oro no representaba valor económico sino una forma de acercarse a sus dioses.
Dicha historia llegó a oídos de los conquistadores españoles, quienes organizaron expediciones para llevarse las joyas preciosas que nuestros antepasados diseñaron con sobrado ingenio durante muchos años. En efecto, se dice que en uno de los primeros saqueos ordenados por Felipe II se extrajeron catorce cargas de oro.
Los españoles pretendieron desaguar la laguna varias veces, hasta que los altos costos de las misiones los hicieron claudicar, pero ya cuando habían conseguido la mejor parte del botín. Fue mucho y muy pesado el oro que se llevaron y muy poco el que se ha podido recuperar.
La leyenda de El Dorado cuenta que el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera a la laguna de Guatavita, antes de sumergirse era impregnado en oro y cargado con tesoros para dejarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración.
Guatavita, el nuevo pueblo construido en la década de los sesenta, es un patrimonio arquitectónico clasificado en construcciones familiares y civiles. Las primeras están representadas en casas simétricamente diseñadas con paredes blancas y tejas de barro; y las segundas, son lugares como la Alcaldía Municipal, la Casa de la Cultura, 17 plazoletas, el Puente de los Enamorados, la plaza central, el centro artesanal y la fuente de la Cacica, conectados todos por calles de piedra y adoquín.
Prácticamente todo lo edificado y esculpido en la nueva Guatavita tiene que ver con la leyenda cuasi verdadera de El Dorado; y en una caminata prolongada y sin prisa resulta fácil encontrar datos que acercan a los hechos, bien porque están las inscripciones y los documentos, o bien porque hay guías y lugareños muy bien informados, y que de igual forma saben transmitir los acontecimientos al visitante.
Un viaje a Guatavita supone entonces la presencia en los tres escenarios. En una encantadora experiencia que involucra la práctica de deportes náuticos en el embalse; el avistamiento de aves y las caminatas ecológicas por los senderos demarcados de la laguna; y el paseo peatonal por la reciente población, que además de historia alberga el trabajo de artesanos contemporáneos que muy bien trabajan la cerámica y la lana virgen.
La leyenda de El Dorado
Esta leyenda es un hecho histórico de tal magnitud representado en mucho de lo que somos y tenemos los colombianos, hasta el punto que al otro lado del mundo alguien que no conozca Colombia puede olvidar qué es o dónde queda, pero al mismo tiempo es capaz de describir y siempre recordar los pormenores de dicha leyenda, de cómo los indígenas desarrollaron técnicas como la de la cera perdida para dar forma al oro, que extraían y luego hundían en la laguna en forma de preciosas figuras.
Materialmente hablando, en la actualidad parte de los tesoros de El Dorado están representados en las colecciones de figuras originales que durante más de setenta años el Banco de la República ha podido recuperar para conservar y exhibir en las salas del Museo del Oro de Bogotá, como la reconocida Balsa Muisca que escenifica el momento cumbre de los ritos indígenas sobre las aguas de Guatavita.
Entonces, es cierto el ingenio de los antepasados chibchas para trabajar el oro y convertirlo en figuras sagradas, es cierto también el robo de muchos tesoros por parte de los conquistadores, es evidente la recuperación de piezas de valor incalculable. Existe Guatavita el pueblo actual, blanco, colonial y turístico. Guatavita el pueblo viejo está inmerso en las aguas del embalse de Tominé, se detuvo pero está ahí; mientras que la laguna, redonda y verdosa, permanece encerrada entre montañas y protegida por autoridades ambientales para el deleite de los caminantes.
Tal vez la leyenda quedará por la imposibilidad de comprobar si en el lecho fangoso de la laguna quedaron enterrados muchos de los tesoros muiscas. Cuánta sabiduría indígena, cuánta ambición conquistadora. Bueno, pero dejemos la laguna quieta, dejemos la leyenda quieta.
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